La autenticidad del discurso en la era de la propiedad intelectual

Cuando decidí adentrarme en el campo de la comunicación, fue porque estaba convencida del poder de las palabras. Para mí, estas no son simples sonidos; son herramientas capaces de moldear percepciones, inspirar acciones y cambiar el curso de la historia. Es por ello que me he dedicado a construir narrativas.

En el Identity Lab, nuestra misión es encontrar las palabras precisas que reflejen la esencia de aquellos que se acercan a nosotros. No optamos por los focus groups; preferimos adentrarnos directamente en el corazón de las personas, escuchando sus inquietudes, esperanzas y sueños. Entendemos que una historia sin corazón no será sostenible ni trascenderá en el tiempo.

La comunicación, por lo tanto, no se limita a la creación de eslóganes pegajosos; se trata de construir narrativas auténticas que resuenen con la verdad y la experiencia de las personas. Sin embargo, muchas veces, la gente prefiere el atajo, optando por palabras inventadas en lugar de aquellas encontradas.

Hace unos meses, tuve la oportunidad de desarrollar un eslogan político para una mujer que, después de haber sido encarcelada con documentos apócrifos, buscaba contactar a las personas que alguna vez le demostraron solidaridad a su hija mientras ella estaba privada de su libertad. La misión fue simple: un llamado a su audiencia para contagiarles de su experiencia y de su esperanza. Así nació «México sin miedo», un eco de su propia historia, pertinente considerando que hoy en día, poco importa el partido político al que pertenezca, la gente tiene miedo de su futuro y del de su país.

 

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En mi oficio, muchos aspiramos a crear eslogans de campaña como el de Obama, que tuvo una lectura de la realidad tan precisa que logró, apoyado en muchas otras herramientas, unir el sentimiento de una nación. Reconozco desde la humildad que esta sensación y esta idea no son exclusivamente mías ni de ella, y por lo tanto, hay mucha gente capaz de redactarla, incluso viniendo de la oposición del partido en el poder. Sé bien que una parte de México tiene miedo y que necesita a alguien que le incite a no tenerlo.

Sin embargo, mi sorpresa y decepción fueron inmensas cuando descubrí que esta misma frase había sido adoptada por una campaña a la presidencia de México. Lo que comenzó como una expresión genuina de esperanza y coraje se convirtió en una herramienta de mercadotecnia, respaldada por un simple registro de marca.

Mi lectura de la situación es que el equipo de comunicación de la aspirante a la presidencia de la República Mexicana tomó las palabras a la ligera. No hizo su trabajo y, al no hacerlo, terminó repitiendo palabras que ya habían sido empleadas en otro contexto. También no puedo evitar preguntarme si el uso de esta frase es porque mis colegas no investigaron o porque, al hacerlo, no le dieron la debida importancia a que ya había sido utilizada por primera vez en junio de 2023 y aún así decidieron registrarla en febrero de 2024.

Mi preocupación va más allá del simple uso de una frase. Se trata de la invisibilización del trabajo de aquellos que tienen menos poder, de cómo el sistema puede perjudicar a quienes no tienen los recursos para proteger su propiedad intelectual o bien, desconocen cómo utilizar los aparatos que el Estado tiene para protegerla debido al laberinto burocrático.

En un país donde el miedo es una realidad palpable para muchos, la promesa de un líder que nos llama a no temer porque ella existe es estremecedora. Pero ¿qué valor tiene esa promesa cuando está respaldada por acciones que reflejan falta de integridad? Nuestros antepasados decían que «la palabra crea», y yo lo creo firmemente. Sin embargo, acciones como estas me hacen cuestionar si las palabras de nuestros líderes políticos están vacías, si su compromiso con la verdad y la justicia es genuino o simplemente una fachada para ganar votos.

La historia se repite una vez más, pero no puedo quedarme callada. Es mi responsabilidad cambiar esta narrativa para que no se convierta en una anécdota más en la que la injusticia prevalece y el trabajo de las minorías queda en la sombra.

En un mundo donde las historias se inventan, es más importante que nunca defender la autenticidad y la integridad en la comunicación. Porque al final del día, las palabras que elegimos y las historias que contamos definirán el tipo de sociedad en la que queremos vivir.

Aranzazu Zacarias

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